martes, 7 de abril de 2009

Alfons López habla sobre el Cambio Climático… ¡y da mucho miedo!

El autor de Cambio Climático y sostenibilidad (Panini, 2008) conversa con nosotros sobre calentamiento global, cambio climático, malos gobiernos y el terrorífico destino que espera a una desprevenida raza humana si no despierta pronto y trata de hacer algo

Alfons López (Lleida, 1950) es periodista, dibujante y humorista gráfico. Es un viejo conocido del público por sus colaboraciones tanto en periódicos, como La Vanguardia, el diario Avui o el Periódico de Cataluña, como en algunas de las revistas de cómic más míticas de nuestro país, como son El Jueves, TBO, Rambla o Cimoc.

También creó y dirigió las revistas Butifarra! (1975-78), Cul-de-sac (1982), Más Madera! (1986) y Angelitos Negros (1999). El año 2002 empezó con un nuevo formato, el libro de ensayo político en clave de humor. Sus libros de este tipo, publicados en la colección Pasen y vean, son La Globalización, La Pobreza no es rentable y Cambio Climático y sostenibilidad, sobre el que nos habló una mañana en una cafetería del barcelonés barrio de Gracia.

Tremenda novela de terror tienes aquí. Y lo peor de todo es que no es una novela…

Sí, pero te aseguro que a pesar de la información intento ser positivo. Intento rebajarlo con las bromas, pero es que la información es muy dura.

Sí, de hecho al principio de todo, en la introducción, está la que seguramente sea mi frase favorita del libro: “La vida seguirá como ya ha hecho en otras ocasiones que ha tenido que adaptarse a otros cambios climáticos. Pero la vida no necesita para nada al Homo Sapiens”.

No, es que es verdad. Toda esta mítica del hombre, de nuestro destino… ¡Qué puñetas! Comparas nuestra presencia en la tierra y es una cosita minúscula comparada con todo el tiempo que lleva. Yo siempre digo que somos una especie sobrevalorada… ¡y además somos tan burros!

Entremos ya a hablar de Cambio climático y sostenibilidad. Se trata de un libro divulgativo en forma de cómic, un formato muy poco habitual…

Se usa poco, es verdad. No lo he inventado yo, el que es un poco el maestro de esto es un buen amigo mío, RIUS, de Méjico, que ya empezó a utilizar elementos de cómic, es decir bocadillos, textos resumidos y pequeños hilos conductores hace ya muchos años, a partir de los 60. Lo que he hecho yo es investigarlo más. Utilizo más lenguajes y uso un hilo conductor de principio a fin, que es este personaje de Felipe Marlou que, como es obvio, es una parodia del personaje de Bogart. En todos los libros de Pasen y vean utilizo este personaje como hilo conductor porque me es muy útil para usar la narrativa del cómic. Esto permite que, de principio a fin, haya unos personajes y una narración, y considero que es oportuno ya que, así, el lector se puede identificar y seguir el hilo.

En medio de esto uso dos lenguajes más, que son el texto normal, con explicaciones lo más sintéticas posibles, y el humor gráfico. Los tres se complementan para hacer una especie de mestizaje que hace, o por lo menos eso intento, que los mensajes lleguen al lector de un modo claro y, sobre todo, distendido. Intento que no sea aburrido, porque, si no, no llegaría a quien va dirigido.

¿Y a quién va dirigido?

Lo que a mí me gustaría, aunque luego la realidad es la que es, es que llegue a un público que en principio tiene un nivel de curiosidad, pero que evidentemente no es un técnico o un científico, y al que el libro pueda servir para ampliar y aclarar. Este primer nivel de curiosidad tiene que existir, porque si no nadie se compra un libro que se llame Cambio climático y sostenibilidad, pero no va para los expertos porque estos supongo que ya se lo saben.

Y donde iría muy bien que llegase, y ese sería mi deseo, es a un nivel educativo. Tuve una experiencia muy agradable ya hace unos años con el primer libro de esta línea, La Globalización, que se usó en algunas universidades como libro de texto y de trabajo, lo cual me da mucha alegría. Creo que universidades e institutos serían un buen destinatario.

¿Crees que un libro de estas características, ya sea el tuyo o, por ejemplo, el de Al Gore, deberían ser de lectura obligatoria en institutos?

Sí, sinceramente. Además yo he leído el de Al Gore y lo defiendo. Creo que lo que dice este hombre está muy bien razonado, incluso en algunos datos me he basado en su libro, y sinceramente lo recomiendo.

Al escoger a Felipe Marlou como hilo conductor, e integrarte así un poco en la serie negra, parece que estás criminalizando el caso. ¿Es esa tu intención?

No necesariamente, prefiero usar la palabra investigación. Él no es un criminalista, ni siquiera un policía, lo que me interesa de él es el cliché cultural del detective privado que es, como su nombre indica, investigar. Él ni penaliza ni hace nada, él informa.

Que luego, a lo largo de la investigación, puedan salir unos más culpables que otros, es inevitable.

Y esos culpables son…

Somos un poco todos, pero especialmente, ahora que ya tenemos datos, los culpables por omisión son, en primer lugar, las instituciones mundiales y los gobiernos por no actuar de modo más firme. Y estoy pensando concretamente en el gobierno de Estados Unidos, con esta terquedad que ha tenido hasta ahora la administración americana, una terquedad rayando en el suicidio. Esperemos que con el próximo presidente las cosas cambien. También países como China o la India que se pasan la patata caliente de unos a otros. China ya está emitiendo el mismo CO2 que Estados Unidos, lo que pasa es que tiene más habitantes y, por lo tanto, el CO2 per capita es más bajo, pero eso es igual, lo que importa es el total. China y la India se pasan la patata caliente diciendo “si los americanos no hacen nada, nosotros tampoco”… ¡hombre, es que así nos vamos todos a hacer puñetas!

Los segundos responsables son las industrias, sobre todo las eléctricas y las petroleras. Estos señores, con pocas excepciones, como quizá British Petroleum, lo que hacen es esconder la cabeza y tratar de alargar el negocio. Yo lo entiendo desde un punto de vista económico, pero insisto, es que nos vamos todos a hacer puñetas. Sus hijos y los míos.

Hablando del caso de British Petroleum, que también mencionas en el libro, ¿la sostenibilidad puede ser rentable?

Sería rentable a la larga, entre otras cosas por los costos económicos que supondría el cambio climático a nivel mundial. Las sequías que se producirán, la inmigración de millones de personas. Todo esto tendrá un coste no sólo social, sino también económico, porque muchas economías se irán a hacer puñetas. Y ya no sólo las del tercer mundo, sino que a medio plazo, con un aumento superior a dos grados de la temperatura global, se irá a la porra parte de la economía de Europa del norte, que al principio se vería beneficiada pero después perjudicada. ¿Y las inundaciones que esto supondrá? ¿Y las catástrofes naturales? Si cuantificamos todo esto en dinero, resulta que sí es rentable, pero hay que mirar con un poco de inteligencia a largo plazo, no a corto plazo. Pero eso al ser humano le cuesta mucho.

Ya hay algunas empresas, está BP, pero también Hiberdrola, que ya empiezan a apostar por energías renovables. Parece que ya han entendido que el futuro va por aquí, no estamos hablando de una utopía, y eso es importantísimo, porque si no hay una alianza entre el sector industrial y los ciudadanos no saldremos de esta. Aquí nadie habla de cambiar de sistema económico, lo que quizá sería tema de otra discusión, sino que se habla de que el actual sistema tiene que adaptarse.

Pero todos estos costes de los que hablas serán para los gobiernos, puede que a las empresas les dé igual mientras sigan vendiendo coches, o lo que sea…

Lo que pasa es que los gobiernos, como ya están haciendo en Europa, tienen que poner límites. Si la empresa privada no lo entiende, yo pienso que es obligación de los gobiernos intervenir.

Lo estamos viendo ahora mismo con lo que pasa en Estados Unidos con la gran crisis de las hipotecas. Durante muchos años, el sistema capitalista, con esta fase tan extrema que está viviendo los últimos tiempos, el Neoliberalismo, ha estado hablando de que el mercado se autorregula y que los gobiernos no tienen que intervenir. ¿Pero qué pasa ahora que han entrado en crisis? Pues que los gobiernos han de poner dinero de los contribuyentes para evitar que el sistema se hunda.

Pues es exactamente lo mismo, el problema es que el cambio climático va poco a poco y no se ve como una gran catástrofe. No es como un tsunami que ves venir y da miedo, sino que se acerca poco a poco. Y ese es el peligro porque pienso que nuestra especie, si no ve el peligro delante, no sabe reaccionar.

Recuerdo durante la transición política que había barrios de Barcelona donde se necesitaban semáforos pero no se ponían y había accidentes, pues hasta que no hubo dos o tres muertos no se pusieron. ¡Ostras, era evidente que los urbanistas veían que eso era un peligro! Pero nada. El problema es que aquí, si tenemos que esperar a tener la catástrofe encima será demasiado tarde. Por eso alguna gente, entre la que me cuento, tratamos de explicar con nuestros propios medios la que nos puede caer encima. Y no somos nada alarmistas, porque en el fondo lo que decimos es: todavía estamos a tiempo de no tener el peor escenario. Hay algo que ya es inevitable, que es el aumento de dos grados, pero los próximos diez años son fundamentales.

Yo tengo que reconocer que estaba entre los escépticos, pero me fui convenciendo cuando me plantaba a mediados de noviembre en manga corta…

Claro, es que la gente tendría que darse cuenta. El otro día había una noticia escalofriante: mira, el peor gas que tenemos ahora, sobre todo por su cantidad, es el CO2, que es el que viene de las energías fósiles, pero bajo el mar hay grandes almacenes de gas metano contenidos por una serie de capas superficiales, como por ejemplo el propio hielo. Como éste se está fundiendo el calor llega hasta el fondo marino y los gases suben, con lo que ahora nos encontramos con que en el ártico, creo que en la zona que toca a Rusia, el metano está saliendo a la superficie, y eso es muy peligroso porque el metano es todavía más fuerte que el CO2. Es que hay que ser muy tonto para no actuar. Yo creo que, más que malo, el ser humano es imbécil.

En el libro también hablas de reciclaje y medidas individuales. ¿Tú crees que, en una sociedad utópica donde todo el mundo reciclase e hiciera lo posible, podríamos salvarnos?

No es suficiente, pero ayuda. Sería una medida complementaria buenísima. Pero lo más importante son dos cosas: una es transporte público como alternativa al transporte privado, esto es básico. Porque aunque los anuncios nos digan que los últimos automóviles emiten menos CO2, esto se invalida porque cada vez hay más coches y se necesitan más autopistas, así el CO2 total final seguiría igual, así que la solución sigue siendo el transporte público. Y lo segundo es la electricidad, es decir, por mucho que hagan los ciudadanos, si las fuentes de la electricidad siguen siendo el carbón y el petróleo estamos perdidos. En Cataluña todavía tenemos muchas centrales térmicas de carbón, y esto es terrible, contamina un horror la atmósfera.

Podríamos decir que la actitud personal es una de las tres patas básicas de la sostenibilidad, aunque las otras son más robustas, y si una de ellas falla se cae todo.

¿Y la energía nuclear?

Eso es caer de la sartén al fuego, no podemos defenderlo de ningún modo.

También hablas de la sociedad civil. ¿Qué papel ha de tener?

Lamentablemente alguien ha de hacer presión, y digo lamentablemente porque deberían ser los propios gobiernos, pero a excepción de pequeños grupos no se lo toman muy en serio. El caso de España es especialmente serio, el de Europa no tanto porque se toman medidas, yo diría que insuficientes, pero medidas. En el caso español es que se toman poquísimas. Entonces, como lamentablemente la mayoría de nuestros políticos tienen esta especie de falta de perspectiva, a la sociedad civil no le quedará más remedio que apretar. Hay que crear asociaciones para hacer presión y decir, “señores, votaremos a quien tome medidas y a quien no, no lo votaremos”. Tal como hay asociaciones que se preocupan de los problemas del tercer mundo, habrá que crear otras que se preocupen de nuestros hijos. Y no hablo de nuestros nietos, hablo de nuestros hijos. ¡Es que esto es un problema de diez o veinte años, no del 2301!

Sinceramente, ¿crees que tenemos alguna posibilidad o acabaremos como en Mad Max?

Hombre, yo me defino un poco como un escéptico activo. Tengo dudas de que podamos conseguirlo, pero no tengo la certeza de que no. Y la obligación del que duda es actuar. El pesimista no actúa, pero el escéptico sí.

Para terminar, ¿qué le dirías al primo de Rajoy?

Ese señor seguramente no existe, pero le diría que estoy muy preocupado por que algún día él y su primo, es decir, el señor Rajoy, lleguen a mandar otra vez en este país, porque eso significaría un paso atrás tremendo. ¿Te imaginas? Un tío que puede llegar a ser presidente que diga “mi primo dice…” ¡No puede ser que tengamos un tío tan garrulo que pueda ser presidente! ¡Es un peligro público! ¡Es como poner de ministro de agricultura a Atila!

(Publicado originalmente en OcioZero.com)

viernes, 3 de abril de 2009

En ocasiones...

En ocasiones te sientes cansado. Sientes que no puedes con la presión. En ocasiones paseas cerca del tren de la costa o esperas el metro y las vías te parecen cada vez más atractivas. En ocasiones, simplemente, no sabes continuar.

Ya no es sólo el trabajo, o la falta de él, no es sólo el "no sé si podré seguir con alguien que no tenga trabajo" ni el "a ver cuando te vas de casa". No es sólo la perspectiva de pudrirme como teleoperador o algo así hasta que no me queden razones para seguir levantándome por la mañana.
También es el futuro, es el pasado, es un presente que no entiendes muy bien. Son los sueños que mata cada mañana el mundo real. En ocasiones la vida da mucho miedo.

Da el mismo miedo morir que seguir viviendo.

miércoles, 25 de marzo de 2009

II Certamen El Círculo de Escritores Errantes



En su deambular por los oscuros mares literarios, El Círculo de Escritores Errantes ha decidido fondear en busca de nuevos tripulantes. ¿Te atreverás a unirte a sus filas?

La comunidad literaria El Círculo de Escritores Errantes convoca su segundo certamen de relatos con el firme propósito de encontrar nuevos autores con los que compartir proyectos y experiencias. Este desafío amistoso se regirá por las siguientes bases:

1.- Podrán participar en el certamen cuantos autores deseen, sin importar su nacionalidad ni su lugar de residencia.

2.- Las obras deberán ser originales, inéditas y estar escritas en lengua castellana.

3.- Se podrán enviar hasta dos obras, siempre en envíos separados.

4.- La temática del concurso será el western en la amplia acepción del término.

5.- La extensión de las obras deberá estar entre las 4.000 y las 6.000 palabras aproximadamente.

6.- Las obras se enviarán a la dirección de correo circuloescritoreserrantes@gmail.com, indicando en el asunto “Para el II Certamen El Círculo de Escritores Errantes”.

7.- Deberán presentarse los relatos con seudónimo en un archivo adjunto .doc, letra Times New Roman 12, interlineado 1.5; en el mismo correo, en otro archivo adjunto con el título del relato + la palabra PLICA deberán incluirse los datos personales del autor, un teléfono y un e-mail de contacto además de una breve biobibliografía.

8.- El plazo de presentación de originales se cerrará el día 30 de septiembre de este año.

9.- Se contempla un premio consistente en un lote de libros y la inclusión del relato en la antología correspondiente de El Círculo de Escritores Errantes, con la venia de la editorial en cuestión. El autor premiado disfrutará de la misma remuneración que el resto de los integrantes del colectivo.

10.- Además, como se expone en la nota de intención, El Círculo de Escritores Errantes estudiará las obras presentadas, premiadas o no, en busca de nuevos escritores a los que invitar a la antología prevista para el año 2010.

11.- El Círculo de Escritores Errantes se reserva el derecho a dirimir las cuestiones no contempladas en estas bases y a declarar desierto el premio en caso de que ninguna obra se hiciera meritoria del mismo.

Cualquier duda o consulta se puede remitir a la dirección de correo electrónico circuloescritoreserrantes@gmail.com

miércoles, 18 de febrero de 2009

Lo peor de todo son esos horribles crucifijos hechos con pinzas

Alfaguara reedita la primera novela de Ray Loriga, mitad retrato de una generación y mitad puñalada en esa parte del corazón en que reside la melancolía.

Lo peor de todo, comienza Loriga su novela, no son las horas perdidas, ni el tiempo por detrás y por delante, lo peor son esos espantosos crucifijos hechos con pinzas para la ropa, y uno no puede evitar empezar a ponerse melancólico, porque así es la prosa del madrileño: un gusto para el alma y los sentidos pero también una bocanada persistente de tristeza que, línea a línea, va apelando al nihilista que todos tenemos en nuestro interior.

Ray Loriga irrumpió en el panorama literario nacional durante el olímpico año de 1992 con Lo peor de todo, aunque pronto comenzó a oírse su nombre por toda Europa, no sólo por el instantáneo éxito de su primera novela, sino también como ejemplo de la llamada Generación X, tan de moda en aquellos tiempos.

El nombre del protagonista es Elder Bastidas, aunque reconoce que no es el suyo, sino que lo robó de la placa de un miembro de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, y apenas consigue enmascarar a un Loriga casi autobiográfico en algunas partes, y autobiográfico del todo en otras.

Lo peor de todo habla principalmente de la infancia. No de una infancia feliz, aunque tampoco de una infancia especialmente desgraciada. Habla de una infancia sin rumbo que sólo puede desembocar en una juventud con menos rumbo todavía, ocupada por un trabajo sin sentido ni interés tras otro, y por los recuerdos de T, esa chica para la que el quererla con locura al final no fue suficiente. Habla mucho del colegio. De los partidos de futbol y de las peleas en el recreo, de los elefantes de escayola y los crucifijos de madera que se hacían en clase de manualidades. De un hermano mayor que entraba y salía de los manicomios, de la guerra de Vietnam y de los tebeos de Shang-Chi, el maestro del Kung-fu.

Habla de muchas cosas, pero sobre todo habla de nosotros, de la tristeza inherente a una generación sin rumbo que pasa por la vida sin esperar hacer grandes cosas. Sin poder, querer o intentar cambiar un mundo que no nos gusta mucho pero que tampoco está tan mal.

La historia de Elder/Ray es también la nuestra, por lo menos en parte, y por eso es mucho más que recomendable hacerse con esta novela, descatalogada e inencontrable hasta ahora.

Ray Loriga (Madrid, 1967)

Novelista, guionista y director de cine, es autor de las novelas Lo peor de todo,Héroes, Caídos del cielo, Tokio ya no nos quiere, Trífero, El hombre que inventó Manhatan y Ya sólo habla de amor (su última novela, publicada por Alfaguara a finales del año pasado), y de los libros de relatos Días extraños y Días aún más extraños. Su obra literaria, traducida a catorce idiomas, es una de las mejor valoradas por la crítica nacional e internacional. Como guionista de cine ha colaborado, entre otros, con Pedro Almodóvar (Carne trémula) y Carlos Saura (El séptimo día). También ha dirigido La pistola de mi hermano (adaptación libre de su novela Caídos del cielo) y Teresa, el cuerpo de Cristo.


Publicado originalmente por un servidor en OcioZero.com

miércoles, 4 de febrero de 2009

Una de elfos...

Pequeño y lisérgico relatillo que hice para un reto de la fallecida Ociojoven (y rápidamente resucitada en OcioZero.com)...


NO ES QUE NO ME CREA QUE ES USTED UN ELFO, le dije al tipo mientras trataba de adivinar qué pasó durante el pedazo de noche comprendido entre el decimonoveno cubalibre de sucedáneo de ron con cola y mi despertar en esta zanja, está claro que tiene usted orejas puntiagudas, ojos claros y toda la pesca, pero es que en las películas nunca salen elfos haciendo de basureros.
Un error, contestó sin suspender su actividad, barriendo hojas secas y recogiendo cachivaches rotos para a continuación tirarlos en un gran cubo que tenía un dibujo en esprái de un enano siendo perculizado. Piense usted que si no hubiera elfos basureros, las calles de nuestras ciudades estarían llenas de mierda. También hay elfas prostitutas y elfos sepultureros, porque alguien tiene que amortajar a los muertos, aunque con nuestra exagerada esperanza de vida, no se puede decir que sea un trabajo muy lucrativo...

En la enciclopedia élfica, me contó, los sepultureros elfos se definían como los tipos menos trabajadores de toda su raza, y había un montón de diagramas explicativos del por qué.
Le di las gracias por la información y le pregunté dónde estaba el bar más próximo. Él me lo dijo y se despidió, mientras barría un montón de quincalla del suelo, tuercas, clavos, bujías y hasta una bayoneta.

Yo encendí un cigarro y me dirigí al bar, dispuesto a seguir bebiendo hasta despertarme en mi cama o en algún portal de una ciudad que me resultase algo más conocida.


jueves, 22 de enero de 2009

El niño tonto y el gran botón rojo en el que ponía "Fin del Mundo"

Una fábula política sobre lo que fue y lo que pudo haber sido

Érase una vez un niño tonto y un gran botón rojo en el que ponía “Fin del Mundo.

El niño tonto, conviene aclarar, no es que fuera un incomprendido, ni siquiera un poco lento, es que era tonto. Era muy, muy, muy tonto.

Cuando nació el niño tonto su papá, que era el rey del País de los Azules, ya supo que su hijo iba a ser tonto toda la vida. Ya tenía esa mirada perdida que, incluso en un bebé, indica que uno no va a tener nunca bien amueblada la sesera. Aún así, era su hijo, y uno no tenía más remedio que quererle, se decía mientras lo veía mirar al infinito, con la mirada vacía y el dedo en la nariz.
El rey y su mujer lo sacaban a veces a pasear por los jardines de palacio, y la gente los miraba de reojo y, en ocasiones, hasta señalaban con el dedo. Mira, decían, ahí viene el rey con su hijo. Dicen que es un poco tonto. No, respondía a menudo el otro, es tonto del todo. Muy tonto. Una vaca, a su lado, parecería un premio novel. El rey, mientras tanto, caminaba cabizbajo, tratando de no escuchar lo que sus súbditos decían, ni de pensar la razón que tenían. Aunque al niño tonto eso no le parecía mal, para él las vacas eran animales fascinantes, llenos de manchas y de cuernos, enormes, y con esas ubres colgando… sí, al niño tonto le gustaban mucho las vacas, no en balde se había criado en el gran Estado de los Sombreros de Cowboy.

Fue, precisamente, una vaca la que le enseñó a hablar. Así, su primera palabra fue Muuuuuu y la segunda y la tercera tolón, tolón. Sus padres tuvieron que gastarse un dineral para que aprendiera a decir cosas como papá, mamá y algunas otras de las palabras de los humanos.
Aún con semejante prole, los Azules querían y respetaban mucho a su rey, aunque no tanto por sus no pocas virtudes como por el temor que sentían por su país rival, la Malvada Confederación de los Rojos. Los Azules y los Rojos habían estado librando una guerra silenciosa, hay quien incluso la llamaría fría, desde la Gran Guerra Kartoffen, contra el mayor villano que jamás hubiera conocido el mundo, el temible General Chucrut. Durante la guerra, Rojos y Azules eran muy amigos y luchaban juntos, pero después comenzaron a tenerse miedo debido a que tenían dos modos distintos de contar las monedas.
Así pues, comenzaron a armarse más y más cada vez, y a competir por cosas tan estúpidas como quién era el primero en llegar a la Gran Bola de Queso de los cielos. Durante esta guerra silenciosa y fría, se crearon muchas de las armas más temibles que la humanidad haya conocido, y la peor de entre todas ellas era, sin duda, el gran botón rojo en el que ponía “Fin del Mundo”.

Pero no nos adelantemos, pues todas estas armas se construyeron con el utilísimo propósito de no ser usadas jamás. Quizá haya quien podría aventurar que, si gastaba cantidades tan ingentes de dinero en algo que no pensaba utilizar, quizá es que el rey de los Azules era tan tonto como su hijo, pero dejadme aclarar que, por tonto que pudiera ser el padre, no hay, ha habido ni habrá nadie tan tonto como nuestro protagonista, el niño tonto.

Siguiendo con la historia de éste, que es la que nos ocupa, habría que continuar del modo natural, es decir, con su educación y crecimiento. El niño tonto acudió a las mejores escuelas que el rey de los Azules pudo pagar, pero tarde o temprano lo mandaban a casa argumentando que era demasiado tonto como para que pudieran enseñarle nada. Al final, gracias a un ejército de tutores particulares, el niño tonto logró su mayor éxito académico, leyendo el que sería su libro favorito, y el único que jamás haya leído, La Oruga hambrienta, aunque hay quien dice que se bajó un resumen de internet.
En la universidad el niño tonto se convirtió en un joven tonto, hizo algunos amigos que también eran algo tontos y conoció a su primer amor, una chica muy, muy gorda que le recordaba a las vacas junto a las que había pasado su niñez. Allí también descubrió el alcohol. El alcohol fue como un bálsamo milagroso para el niño tonto, y quizá si nunca lo hubiera dejado el mundo sería ahora un lugar mejor. Cuando bebía, el niño tonto se sentía un poco menos como era, a veces incluso un tanto ocurrente. Y no es que, con un poquito de bourbon, se le ocurriera de repente que dos y dos sumaban cuatro, sino que a la gente de su alrededor, también borrachos como cubas, parecía olvidársele que no eran seis.
Su padre, sin embargo, no podía seguir consintiendo los escándalos etílicos de su poco locuaz vástago, reflejados cada dos por tres en la Cadena de Comunicaciones de la Nación, la CCN, así que decidió meterlo en uno de esos programas de rehabilitación en doce pasos. El problema es que el niño tonto nunca había llegado a aprender a contar más cosas de las que pudiera hacerlo usando los dedos de las manos, así que jamás pudo llegar a los dos últimos.
Fuera como fuere, al final salió de la clínica y entró a trabajar para su padre, nada más y nada menos que como gobernador del gran Estado de los Sombreros de Cowboy. Contra todo pronóstico, muchos de sus súbditos terminaron apoyándolo, quizá por su habilidad para comunicarse con las vacas, o tal vez por lo fácil que era de manipular, cosa muy útil para los magnates que extraían líquido negro que sale de agujeros en el suelo.


El tiempo fue pasando en el reino de los Azules y la guerra silenciosa, casi fría, con la Malvada Confederación de los Rojos terminó con la disolución de ésta. Con los años se comprobó que la mayoría de las armas que habían construido los Rojos durante la guerra eran, en realidad, pedazos de cartulina y porexpan pegados con superglue y chicles de vodka, y que no servían para nada más que para caerse a trozos. El rey de los Azules se sintió muy estafado, sobretodo porque las armas que él había hecho sí que eran de verdad, y ahora los otros reinos le pedían que las desmantelase porque eran muy peligrosas. En lugar de eso, el rey las escondió en un búnker al que sólo él tendría acceso, y allí es donde fue a parar el gran botón rojo en el que ponía “Fin del Mundo”.

Algunos años más tarde el rey de los Azules decidió retirarse, y cedió el puesto a su hijo, el niño tonto. La opinión internacional no podía creerlo, tampoco una parte importante del propio reino de los Azules. Pero si es tonto, decían unos, ¿cómo va a poder gobernarnos alguien tan tonto? No es sólo tonto, contestaban otros, es muy, muy, muy tonto. Es tan tonto que, a su lado, el pomo de una puerta parecería un licenciado en bellas artes. Es tan tonto que, al dar a luz, la media de inteligencia de su madre se multiplicó por tres. Es tan, tan, tan, tan tonto que una vez fue a un concurso de tontos y lo nombraron presidente del jurado.

Aún así el niño tonto tomó el poder apoyado por sus amigos, los extractores del líquido negro que sale de agujeros en el suelo. Tras su discurso inaugural se atragantó con una galleta y casi muere. Tras una ardua investigación descubrió que las galletas venían de otro reino, el de la Gente Marrón con Bigote y Turbante, y declaró la guerra a su rey. En realidad, se decía en ciertos sectores, la guerra no fue sólo por venganza, sino que sus amigos extractores de líquido negro y otros viejos amigos de su padre, los fabricantes de cosas que hacen Pum, le alentaron a ello porque vieron en la guerra una gran oportunidad de hacerse con más monedas que contar.

Al final los Azules, con el niño tonto a la cabeza, ganaron la guerra contra la Gente Marrón con Bigote y Turbante, aunque la mayor parte de los otros reinos estaban en su contra. Los Devoradores de Queso Maloliente estaban en contra, también los antiguos Rojos y los Kartoffen, ahora convertidos en una gran potencia exportadora de salchichas y coches baratos. A favor estaban el Reino del Té de las Cinco y el País de la Pandereta, gobernado por aquel entonces por un tipo con bigote que también era muy tonto, con lo cual no tardó en hacer buenas migas con nuestro protagonista. Los del pequeño principado de Relojes y Chocolate se mantuvieron, como siempre, neutrales.
Esta guerra, llamada la Guerra del Líquido Negro que sale de Agujeros en el Suelo, le pasó al niño tonto mucha más factura de la que jamás hubiera pensado (aunque tampoco es que jamás hubiera pensado mucho), colocando a casi todos los reinos en su contra, como ya hemos dicho, y también a muchos de los propios habitantes del País de los Azules, que tampoco es que hubieran estado nunca encantados con la idea de ser gobernados por semejante portento de estupidez.
Para intentar distraer la atención, el niño tonto y sus amigos, sobretodo los fabricantes de cosas que hacen Pum, se inventaron algo que llamaron el Eje de los Malvados, colocando en él a varios países elegidos al azar y a otros tantos que interesaban a los extractores del líquido negro que sale de agujeros en el suelo, por su alto contenido de ese material. Su idea, si aceptamos que alguien como el niño tonto pudiera tener alguna, era conseguir otra guerra silenciosa, acaso fría, con la que dar miedo a los habitantes del País de los Azules, como en los tiempos de su padre con la Malvada Confederación de los Rojos. Esto pareció funcionarle durante un tiempo, pero al final la gente comenzó a darse cuenta del engaño y en el País de los Azules nacieron algunos movimientos contrarios al régimen del niño tonto.

El principal movimiento en contra, el que parecía amenazar con derrocar del poder al niño tonto y sus amigos, fue la creciente Revolución Negra, que amenazaba con poner en el trono a un descendiente de los que antaño fueran esclavos de los Azules. Eso asustaba mucho al niño tonto y a sus amigos, no tanto porque en la CCN se dijera constantemente que los descendientes de los esclavos eran de natural violento y que llevaban cadenas de oro y gorros de lana, sino porque veían que se les podría acabar el próspero negocio de extraer líquido negro de agujeros en el suelo y fabricar cosas que hacen Pum.
Los antiguos amigos del niño tonto trataron de hacer que este abandonara el trono a favor de algún otro que también fuera tonto pero no tanto, quizá algún otro habitante del gran Estado de los Sombreros de Cowboy, pero la gente no se lo tragó demasiado, viendo que al final los que gobernarían serían los mismos, con lo que la Revolución Negra se hizo prácticamente inevitable. Así, en los últimos días, se llevaron al niño tonto al búnker secreto donde su padre escondió las armas que había construido durante la guerra con los Rojos, mientras pensaban en un modo de detener la Revolución Negra, seguramente con algunas de esas cosas que fabricaban y que hacían Pum.

A partir de aquí existen muchas versiones de lo que pasó entre los pocos supervivientes que quedaron. Hay quien dice que el niño tonto se volvió loco por el miedo a la Revolución, otros dicen que simplemente tropezó porque tenía los cordones de los zapatos desatados. También hay quien opina que perdió el equilibrio al atragantarse con una galleta, otra vez, y los que aseguran que simplemente, no pudo resistir el ver un botón tan grande, tan rojo y tan bonito. Al no haber aprendido nunca a leer, no podía saber que estaba condenando al mundo al apretarlo, aunque todavía está por ver si eso lo hubiese detenido.
El caso, ocurriese como ocurriese, es que al final el niño tonto apretó el gran botón rojo en el que ponía “Fin del Mundo” y, como más de uno había predicho cuando alguien tan tonto tomó el control del más poderoso de todos los reinos, nuestro planeta se fue, inevitablemente, a hacer puñetas.


Moraleja: Nunca dejes un gran botón rojo en el que ponga “Fin del Mundo” al alcance de un niño tonto.

martes, 20 de enero de 2009

No te dejes nada dentro, George....

Un día de estos quiero escribir un artículo sobre el tema, pero de momento: Bienvenido Obama, a ver si haces que todo esto merezca la pena, y George.... no te dejes nada dentro de la Casa Blanca... no querríamos que tuvieras que volver a buscarlo.....


jueves, 15 de enero de 2009

Continúa la búsqueda de trabajo, y María Cristina me quiere gobernar


El capitalismo nos obliga a trabajar. Es una realidad, te gustará más o menos tu trabajo pero, si lo haces, es porque el sistema económico-social en el que vives te obliga a ello. Y no estoy defendiendo, dejadme aclararlo, el comunismo. Ni mucho menos. Al fin y al cabo fue precisamente Marx el que dijo eso de que "el trabajo dignifica al hombre", o que "lo tonifica", "le realza los ojos" o que "hace que le luzca el pelo mejor"...

No me quejo, seguramente es tarde (o pronto) para eso, sólo lo constato. Lo constato porque no entiendo una cosa: Si es el mismo sistema el que nos obliga a ello ¿por qué diablos es tan difícil encontrar trabajo? ¿No dice la Constitución que todos tenemos derecho a un trabajo digno y bla bla bla...? Pues yo, lo siento, pero no soy capaz de encontrar un trabajo digno.

Tampoco es que haya empezado a probar con los indignos, ojo, tal vez esta crisis nuestra (tan familiar a estas alturas que quizá deberíamos pensar en ponerle un nombre) no haya afectado al sector de los asesinos profesionales, los carteristas autónomos o los sicarios de la mafia con contrato temporal. ¿Creéis que habría futuro para mí en el gremio de terroristas suicidas? No lo creo. Sí, el sueldo parece bueno, pero se lo debe de quedar todo la ETT...

Trato de encontrar trabajo de periodista (en principio dentro de lo digno, si no, quién sabe...) y leo en los mismos periódicos en los que querría trabajar que cierta cadena de televisión local, en la que tal vez pudiera haber encontrado un puesto, ha cerrado, dejando en la calle a cerca de trescientosmil trabajadores. Leo también que hay una manifestación convocada contra alguno de esos periódicos, al tiempo que leo las cartas de "lo sentimos, pero no contratamos a nadie. La crisis y eso..."

La crisis, sempiterna compañera. En serio, creo que necesita un nombre. ¿Podemos llamarla Cristina? O, mejor, María Cristina. María Cristina, pues, me quiere gobernar, como reza la canción. Y yo le sigo, le sigo la corriente, porque no hay más huevos, y porque no quiero que diga la gente que María Cristina me quiere gobernar...

Supongo que estoy siendo egoísta. Es la frustración de que María Cristina me gobierne, mientras sigo anclado en casa de mis padres, que cada vez van metiendo más cosas en la maleta con mi nombre que hace tiempo que pusieron en la puerta, y mientras mi novia, aunque intente disimularlo, se va cansando de esperar. Y, mientras tanto, ahí sigue María Cristina, que me quiere gobernar y que parece que lo consigue.

Soy egoísta, digo, porque María cristina no sólo me gobierna a mí, sino que nos gobierna a muchos. María Cristina gobierna a esos trescientosmil de la televisión local que se han quedado en la calle, y gobierna a aquellos otros tantos que se manifiestan contra los periódicos en los que unos y otros querríamos trabajar, y que no pueden contratarnos porque María Cristina los gobierna cada vez más. María Cristina gobierna el país.

María Cristina gobierna el gobierno (permitidme la paradoja) del PSOE, y gobierna también a aquellos infelices que dicen (y hasta se creen) que "esto no hubiera pasado con el PP". Que María Cristina no gobernaría a Rajoy e incluso haría trecitas con su barba, si se le antojara.

La Crisis, María Cristina, para sus vasayos, que somos todos, gobierna con mano de hierro a los que buscamos trabajo, al igual que a los que ya lo tienen y lo ven peligrar. Gobierna a los que dirigen las grandes empresas y ven bajar esos exagerados índices de beneficios que tan felices los han hecho siempre. Gobierna a los dueños de las tiendas de mi barrio, adornadas casi todas con carteles de "liquidación" y "Se traspasa".

Se traspasa porque María Cristina nos quiere gobernar.

Y nos gobierna.